En los últimos días, el Horizonte 2020 se ha convertido en el tema de moda en los círculos educativos españoles. Coincidiendo con la apertura del plazo de matriculaciones en Cataluña, Jesuïtes Educació, red de escuelas de los jesuitas en Cataluña, ha promocionado su revolucionario proyecto, basado en un cambio de arriba abajo en el modelo educativo de sus centros, que ha comenzado afectando a tres y que terminará llegando a los 13.000 alumnos que estudian en los ocho colegios que poseen en dicha comunidad.
¿En qué se basa el proyecto? En un nivel más práctico, en acabar con las clases magistrales, las aulas tradicionales –los muros se han derribado y los espacios se han rediseñado–, la jerarquía tradicional de profesores (las clases cuentan con tres para cada 60), fomentar el trabajo por proyectos y eliminar asignaturas, horarios y exámenes. A un nivel más general, se trata de un cambio estructural que recoge algunas de las exigencias que los expertos en innovación llevan años proponiendo y que, ante todo, significa un antes y un después en la educación española.
El modelo tradicional de la educación está agotado desde hace tiempo no sólo en la pública, sino también en la concertada
“El trabajo que hemos hecho desde hace cinco años se basaba en dos ejes: diagnóstico y proceso participativo”, explica a El Confidencial Xavier Aragay, director general de la Fundación Jesuitas Educación (FJE). “Nuestro diagnóstico es que las pequeñas innovaciones no conducen a un gran cambio, ya que generan un gran estrés dentro de la organización que puede provocar que las cosas vuelvan a como estaban”. De ahí que decidiesen apostar a lo grande en los cursos de 5º de primaria y 1º de ESO donde el programa ha empezado a implantarse. “El modelo tradicional de la educación está agotado desde hace tiempo no sólo en la pública, sino también en la concertada”, añade Aragay, que pretende que Horizonte 2020 se convierta en un motor de cambio en la educación española.
Un cambio bien recibido por la comunidad educativa
Si algo resulta sorprendente de esta iniciativa, es la casi completa unanimidad con la que ha sido recibida por parte de la comunidad educativa, sea esta de izquierdas o de derechas, laica o religiosa. Como indicaba un artículo de Xavier Martínez-Celorrio publicado en El diario de l’educació, este es “el modelo disruptivo de una escuela democrática y creativa adaptada a los requisitos de la sociedad intercultural y compleja del siglo XXI”.
No es el único que aplaude la iniciativa. María Acaso, coordinadora de la Escuela de Educación Disruptiva de la Fundación Telefónica, defiende que es un movimiento “importantísimo”, a pesar de que reconoce haber publicado en su cuenta de Facebook un comentario en el que reconocía que habría preferido que hubiese ocurrido antes en la escuela laica. “Que la dirección de una institución tan grande como los jesuitas tome una decisión así y la ponga en funcionamiento como un movimiento global es un antes y un después”, explica. La mayor parte de reticencias provienen, de hecho, de los que arrugan la nariz ante el origen religioso y privado de la iniciativa (ante lo que Aragay explica que “en innovación no hay apriorismos”).
Precisamente, Acaso recogía en rEDUvolution. Hacer la revolución en la educación (Paidós Contextos) algunos de los avances propuestos por la FJE, como son el rediseño de las aulas, la relativización de la importancia de los exámenes o las reuniones con el alumno al principio y final de la jornada de trabajo. Algunas de estas propuestas se habían implantado ya en centros como el colegio Montserrat, dirigido por Monsterrat del Pozo, conocida como Sor Innovación, pero nunca se habían difundido a tal escala en nuestro país.
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